Desde aquellos años en los que la Segunda Guerra Mundial
asoló el mundo, destruyéndolo, y
acaparando después la década de los cincuenta, vamos descomponiendo, en los
desordenados trazos de un diario con forma de rompecabezas, cada única pieza de
la singular y agitada vida de la escritora Anna Wulf. A través de las
experiencias de dos amigas liberales e independientes, Molly y Anna, nos
introducimos en una sociedad y una época en la que todavía sus costuras se
cosen entre ciertos convencionalismos que ataban a las mujeres tras las
cortinas del hogar, y que, por el contrario, ellas creen haber dejado
irremisiblemente atrás; buscando un equilibrio entre sus deseos y sus
relaciones sentimentales; sepultando entre las guijarros del camino sus
respectivos fracasos matrimoniales; o sintiéndose aliviadas de cualquier
amenaza que las oprima. Es por esa razón, justamente, por lo que son las
protagonistas de la novela titulada Mujeres libres. Del mismo modo, como
extraídos cautelosamente de una vigorosa tela de araña, van apareciendo los
distintos cuadernos, cuyos vivos colores nos muestran las alternativas
realidades contenidas y, a veces, empañadas en las palabras garabateadas de
Anna. Al sumergirnos entre las láminas del Cuaderno negro entrevemos a Anna en
el marco colonial de los días de la guerra; totalmente implicada en resolver la
acuciante problemática de discriminación racial que atañe a la población negra
de toda África, continente donde ella reside en aquel momento. Si exploramos
entre las tapas del Cuaderno rojo nos encontramos con una Anna revolucionaria,
miembro del Partido Comunista y acorde con su lucha ideológica, aunque con el
tiempo esos cimientos también acaben desmoronándose. Cuando nos adentramos en
las páginas del Cuaderno amarillo visualizamos a Ella, el personaje que ha
creado Anna fruto de su propio reflejo en la mayor parte del relato. La
perspectiva que nos ofrece el Cuaderno azul al observar entre líneas, vuelven a
ser gajos desglosados del pasado que ha deparado la vida de Anna repleta de firmes
pasos hacia delante y, al mismo tiempo, camuflada de culpabilidad y
resentimiento. En conjunto, uniendo las hebras de todos los bloques narrativos,
encajados dentro de una original y peculiar estructura, vamos siguiendo los
cambios y transformaciones de Anna Wulf, en ese cuarto propio, ante su mesa de
caballete y mirándose en sus huecos internos, en un espacio que le reconforta y
siente como suyo.
“El cuaderno dorado” nos presenta un entramado, ensortijado
y complejo, envuelto por la novela Mujeres libres, en la cual, por medio de un
hilo conductor, se amalgaman los demás cuadernos, como si fueran relatos
hilvanados en el telar de la narrativa principal. Con un lenguaje contundente y
denso en extremo, Doris Lessing nos muestra a unas mujeres emancipadas,
alejadas de la argolla masculina y eligiendo su modo de vivir, pese a las
trabas impuestas; sin embargo, por un lado, continúan bregando interiormente
entre los rescoldos de mujer tradicional que, en ocasiones, aún albergan; y, en
cambio, por otro, se inmiscuyen, a la perfección, en el papel representativo de
la mujer moderna. De hecho, nos traslada a aquellos años precursores de los
movimientos feministas que, más tarde, demostrarían toda su fuerza,
anticipándonos, igualmente, a la primordial importancia que el sexo y sus
connotaciones van a tener para estas mujeres. La homosexualidad, así como el
discurso político o la imperante desigualdad de raza van a conformar los temas
más influyentes a lo largo de esta obra maestra, que entremezcla la
imaginación, el fantástico mundo de los sueños o las injusticias sociales y de
género para hablarnos de principios, moral, reflexiones y pensamientos, claves
que terminarán descubriendo las cifradas identidades que confluyen en el
conocimiento de una misma.
*Reseña: Raquel Victoria